Pasó la temporada festiva sin que las peores profecías sobre el terrorismo se hicieran realidad. Fuera de un par de locos que intentaron hacer de las suyas sin éxito, las mayores víctimas de la orgía de indulgencia consumista que llamamos "Navidad" fueron los pavos, los pinos y las tarjetas de crédito.

En el territorio secuestrado por el Estado Islámico (ISIS) también hubo avances: estos días vieron la destrucción de centenares de pipas que ISIS usaba para contrabandear gasolina. También las huestes de al-Baghdadi perdieron la ciudad iraquí de Ramadi y en Siria los bombardeos de la alianza anti-ISIS tienen en jaque la capital del Estado Islámico en ese País, Raqqa.

Sin duda esas son buenas noticias y más de un analista sugiere que es cuestión de tiempo antes de que ISIS (peyorativamente llamado Daesh) pierda territorio y formas de financiar su movimiento y lanzar ofensivas terrestres para ampliar el califato.

Pero de ahí a que la amenaza global que representa ISIS se haya terminado  hay un buen trecho. Es más,  como cualquier animal acorralado, ISIS será más peligroso conforme su supervivencia esté en riesgo.

Y es que ISIS no es una simple organización terrorista como lo fue la OLP o al-Qaeda. No, ISIS es una asociación multinacional de organizaciones terroristas comprometidas con crear un caos a nivel mundial. Para lograr su objetivo, ISIS se ha dividido en "provincias" o Wilayat que en realidad son grupos terroristas afiliados que buscan tomar el control en sus lugares de origen.

Por ejemplo el Wilayat al Gharbi (antes Boko Haram) busca tomar el poder en Sudan Camerún y Nigería, Wilayat Barqa en Libia, Wilayat Khorasan en Afganistán, Wilayat Sinaí en Egipto y Wilayat Yemen en el país del mismo nombre. Y aunque no está confirmado, parece que ISIS también ya tiene sucursales en Indonesia.

Estos grupos están en el radar occidental y conforme se ven acorralados por el superior poderío militar de EU, Rusia y la OTAN, tienden a recurrir a simpatizantes freelance de su causa que, con armas de bajo calibre, granadas y chalecos-bomba pueden hacer enorme daño a Occidente como hicieron los terroristas en el Bataclán de París, El Departamento de Salud de San Bernardino, la Plaza de la Mezquita Sultán Ahmed de Estambul o un Starbucks de Jakarta.

Dicen los que saben que la buena noticia en este frente es que cada vez que los islámicos intentan crear un Califato, acaban peleándose entre ellos por el trono del Califa (hagan de cuenta políticos aztecas), pero la mala es que con tanto loco suicida suelto en el planeta, el terrorismo llegó para quedarse y ya nos estamos acostumbrando a él.